viernes, 24 de octubre de 2014

Bod Eglur

Nuestro hogar fue edificado por mi abuelo, Thomas Dalar Evans. Él lo bautizó Bod Eglur, que significa en mi idioma materno, el galés, ser claro, estar claro. Su significado fue una impronta en mi crianza y en mi vida. 


Si tu nombre, Bod Eglur, 
no fuera suficiente; 
ni la lengua, 
el idioma que oí desde mi cuna, 
que impregnó tus cimientos y tus muros, 
no dice ya para muchos nada; 
si los días y las noches 
y los años llevaron a sus tumbas 
al fundador y a mis padres 
y con ellos al olvido la promesa, 
el desafío y la esperanza 
de un vivir en claro, 
de un estar en claro, 
entonces, “Bod Eglur”,
tu nombre ya nada significa… 
Será solamente una mención… 
simple referencia,
sin unción, sin reverencia.
Mas quisiera, 
¡no! no es que quiera:
 ¡necesito! decir a todos 
y a mi mismo 
que tu nombre Bod Eglur, 
no es traducible 
por cuanto es vivencia, 
es emoción y es sentimiento.
¿Cuál fue, vieja casona querida, 
la razón de tu bautismo? 
¿Acaso la vista desde ti al ancho valle, 
o el ejemplo de la vida señera del abuelo? 
Tal vez no importe. 
Solo cuenta que a tu amparo 
y en la senda clara del patriarca 
todo fue claro, y todo claridad. 
Los caminos luminosos a la vida 
y a mi vida fueron claros en tus lares; 
y el Amor, el gran Amor 
fue mamado por mí en tu morada. 
Y la Paz allí habitaba. 
Y la Fe, la fe que sobrepasa todo entendimiento
era en ti, Bôd Eglur, ¡fuerte basamento! 
¿Cómo traducirte, si no es viviendo? 
¿Cómo vivirte, si no es con hechos? 
¿Cómo hacerte, si no es con testimonio? 
¿Cómo testimoniarte, 
si no es con Fe, con Amor, con Paz? 
Y eso todo, es claridad, 
y tu lo eras. 

Bariloche, abril 1978. Publicado en El Regional.

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